miércoles, 12 de noviembre de 2008

Sucio Honor (Parte 4)

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Tres años después...

9-Mayo-2001

Mudo ya no estaba entre Alberto y el resto, se había suicidado brutalmente, o al menos eso pareció, hace semanas. No fue el único suicidio, en ese mes.
La tensión se palpaba en el ambiente, los chicos sospechaban que no era un suicidio, algo raro había sucedido, ¿Quizás un ajuste de cuentas?
Alberto ya estaba integrado en la sociedad narcótica en la que se veía inmersa la prisión de La Línea, estos tres duros y largos años fueron tiempo suficiente para que aprendiera a comportarse en un lugar tan inhóspito y hostil.
Todos estaban intrigados porque habían pasado más de quince días y no habían reemplazado a Mudo como normalmente solían hacer, tampoco estaban ansiosos por que lo hicieran, pero les extrañaba el hecho de que tuviera una muerte tan extraña y no le sustituyeran, todos sospechaban que el supuesto crimen era obra de otros narcos compinches del alcaide, en aquella cárcel había una red de corrupción y narcotráfico mayor de lo que se hubieran imaginado jamás.
En aquel preciso instante El Jose había sido llamado a atender la visita de un conocido, Monchi y Alberto sabían que no era por eso.
- Esa excusa no es creíble, lleva ya diez años en la trena y jamás ha tenido visitas, quitando en la última semana. - Comentó Monchi a Alberto.
- Sí, además todos sabemos por él mismo que su madre murió a manos de su padre, y la última visita se supone que fue su madre, no encaja. - Respondió Alberto.
- Es obvio, tan obvio como que la primera vez que me dieron por culo
sangré como un cerdo... - dijo el Caramulo.
- Anda no seas bestia, y dí de una puta vez lo que es obvio. -
exhortó el Chato.
- ... es obvio que El Jose tiene algo que ver con los sucesos extraños relacionados con el tráfico y los suicidios aquí, en la prisión. Terminó el Caramulo.
- Yo siempre dije que no era de fiar, desde el primer momento, no me pareció muy legal. - dijo Alberto.
- Ya sabéis, tenemos que tener cuidado con él, porque - Empezó Monchi.
- ¡Ya os traigo a vuestro amiguito de vuelta! - Dijo el guardia empujando a El Jose hacia el interior de la celda. - Y tú, Alberto tienes a tu madre esperándote en las cabinas, deseosa de hablar contigo -
- Eso es imposible, mi madre se largó de casa meses antes de que yo ingresara aquí - Rechistó Alberto.
- Yo no se si será tu madre, al menos eso es lo que afirma ser -. dijo el guardia.

Todo esto se le hacía muy extraño a Monchi, Chato y a Caramulo, demasiadas casualidades, era extraño que de repente todas las madres desaparecidas, aparecieran el mismo día por arte de magia para hablar con sus hijos.
- Ten cuidado. - le dijo Monchi a Alberto.

Y Alberto se fue con el guardia esperándose lo peor.

- ¡Qué! ¿Otra vez tu madre? - Preguntó el Chato a El Jose hábilmente. Entonces El Jose pilló la trampa, acordándose de que les había contado lo de su muerte y rectificó:
- Bueno sí, en realidad es mi madrastra. -
El Chato dejó la conversación, pero ni él, ni el resto se tragaban la nueva coartada.

A renglón seguido, en la sala de visitas entró el guarda con Alberto. Pero lo que parecía una entrevista con el alcaide resultó ser lo que Alberto tomó como excusa.
Según entró Alberto en la sala, vio sentada, detrás de unas rejas, a una señora con el pelo rubio platino a la cual no alcanzaba a verle la cara, sólo podía atisbar como se estaba consumiendo entre sus dedos un cigarrillo, y el guardia le dijo:

- Ahí está, esa es, ¿Es tu madre o no? -
- Eh... -
Entonces la melena misteriosa, se movió harmoniosamente dejando al descubierto una cara con alguna arruga, varias cicatrices y moratones, entre todas esas marcas se escondían dos ojos claros desconocidos para Alberto, pero los cuales infundían una mirada más que conocida por él.
- Sí, sí lo es. –

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