martes, 4 de noviembre de 2008

Sucio Honor (Parte 1)

El relato más largo que he escrito hasta ahora fue "Sucio Honor". Una historia de acción que desarrollé con apoyo de "El enano" a partir de un párrafo sin rumbo escrito por "Lentes", dos amigos de la infancia que aún pululan por mi vida.
Yo tenía 14 años cuando escribí todo esto, y lo pude recuperar gracias a que lo encontré en un CD de esos desastres en el que guardé contenido casi al tún tún con la llegada de los primeras grabadoras domésticas. Hoy empezará a ver la luz. Digo empezará porque lo voy a ir posteando por partes para que no se haga pesado de leer. Sin más dilación... la parte 1 de "Sucio Honor".

SUCIO HONOR
19-Febrero-1998

El viejo, oxidado y destartalado coche de Alberto se detuvo en uno de los carriles de deceleración de una de las carreteras más transitada de Valladolid. Debería haberse deshecho de ese maldito coche hace meses; por lo menos antes de que apareciera ese extraño ruido en el motor.

Alberto cruzó el denso tráfico de la carretera nacional para dirigirse a una cabina telefónica de un pueblo cercano del lugar donde el coche había estirado la pata. O ninguno estaba, o ninguno respondía, o ninguno podía ir. -Hay que tener en cuenta que es viernes noche, una hora cojonuda; tanto para lo que sirve el viernes, tanto como para lo que quería Alberto. Cuando Alberto se daba ya por vencido, metió sus manos en los bolsillos del pantalón y milagrosamente, allí, en el fondo del bolsillo derecho de sus vaqueros encontró una moneda de 5 duros; la introdujo en la ranura y después de pensar un breve instante la utilizó para comunicarse con su fiel amigo Santiago que posiblemente estaría en casa, como siempre viendo alguna película alquilada...

- ¡Santi!, ¡Joder, tío que alivio me da oír tu voz!... Verás... te llamo desde la roñosa cabina de un pueblucho de mala muerte, espera, sí, se llama Villapuebla de la oveja, fíjate en su nombre e imagina el resto, te esperaré en la entrada del pueblo, y luego te guiaré hasta donde me ha dejado tirado el coche... Ya, ya se que todos me lo advertisteis pero el caso es que estoy aquí, a unos pocos kilómetros de Pucela y no tengo un puto duro, ni para un taxi, y el jodido R5 me la ha jugado definitivamente y... aunque sé que es tarde ¿ podrías venir a buscarme ?. Siempre y cuando no tengas nada que hacer, es decir, eh, bueno... qué te voy a decir. Me harías un gran favor si lo haces. -

- Tranquilo. Voy para allá. - Dijo Santi.

Alberto colgó el teléfono con un gran suspiro de alivio. En media hora vio acercarse el R11 de Santi. A Alberto le inundó una gran sensación de plenitud.
Alberto le saludó y enseguida se montó con él, y le guió hasta el viejo R5. Una vez allí, Alberto se bajó del coche de Santi, corrió hacia su coche y cogió todo lo que estaba en el maletero, en la guantera y en el asiento de atrás.
Corrió hacia el R11 y lo desperdigó sobre el asiento de atrás, saltó dentro diciendo:

- Vámonos - cerró la puerta y se acomodó.
- ¿Pero tú estas loco?, -preguntó Santi- has dejado el coche obstruyendo una entrada principal. -
- Me importa una mierda, contestó Alberto. Tira pa lante. -
- ¿Pero de qué vas?, como dejes el coche ahí te van a meter un puro. -

Después de mucho discutir salieron del coche y llevaron el R5 hasta la cuneta. Y volvieron a casa mientras Alberto dormía plácidamente...


6:00 AM

Pom,pom.

- Abra la puerta; es la policía. -

Ya en comisaría

- Deje todo lo que tenga en los bolsillos encima del mostrador. - Dijo un tipo uniformado.
- ¿Pero qué coño quieres que deje?, si me habéis sacado de la cama, todavía no sé lo que pasa. - Contestó Alberto.

Alberto rebuscó por los bolsillos de su cazadora y sacó la cartera, las llaves y una pequeña libreta.

Esto era grave. A las 6 de la madrugada, Alberto había sido brutalmente despertado y puesto en pie dentro de su desordenado apartamento de Pucela. La policía le había detenido por posesión de drogas que fueron incautadas en el R5 abandonado en la carretera Valladolid-Madrid.

Alberto abrió la puerta de su apartamento de muy mala leche y se encontró con dos tipos con cara de muy pocos amigos y más mala leche que él.
Súbitamente, esos dos tipos le ponen las esposas, le leen sus derechos y la razón de su detención.

Tras discutir fuertemente con los policías sobre su inocencia, ya que Alberto, perplejo, ignoraba la posesión de drogas, tuvo derecho a una llamada antes de ingresar en el calabozo de la comisaría. Decidió llamar a Santi, el cual se encontró ciertamente borde:

- Primero me haces que te vaya a recoger, y ahora me pides que te ayude en uno de tus asuntitos de drogas, me niego. - y colgó el teléfono.

Ya tumbado en el catre de la celdilla empezó a darle vueltas a la conversación telefónica sin obtener respuesta alguna, y así, cavilando se pasó la noche inmerso en un mar de dudas.

Tras estar tres días recluido en el calabozo de la comisaría, le trasladaron a la prisión de la base aérea de Villanubla. Tras casi seis meses de espera, se celebró la primera vista del juicio, con un abogado de oficio.

>> Parte 2

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