lunes, 10 de noviembre de 2008

Sucio Honor (Parte 3)

<< Parte 2

29-Agosto-1998 11:17 AM


Un ruido metálico le abrió paso a su nuevo hogar; de dos largos pasos, Alberto entró en un habitáculo de seis metros de largo por cuatro de ancho, donde había cinco tíos más. Alberto ni siquiera los miró, se limitó a sentarse rápidamente y mirar al suelo. Había leído demasiado sobre cárceles... Sabía que hay tres reglas fundamentales:

- No mirar a nadie.
- En el caso de tener que mirar a alguien, no sonreír como diciendo buenos días.
- Ponerse a la altura.

Si no sigues esas tres normas lo vas a pasar mal; te van a dar por el culo en la forma más literal de la palabra.
Alberto acojonado, sabía que esa noche era la peor y más dura de todas las noches de sus 38 años de condena, no tienes que caerle a nadie, ni excesivamente mal, ni excesivamente bien, podría ser peligroso.

Según entró, se notaba observado, de pronto, notó una mano enorme sobre su hombro derecho. Alberto nunca había visto una mano de tales dimensiones, y que decir del brazo, aquel tipo, era una masa muscular de 1´95 de altura y por lo que parecía había hecho muchas horas de gimnasio. Alberto cerró los ojos y soltando una lágrima dejó escapar de sus rosados labios, un gemido de rabia e impotencia, entonces el increíble hombre dijo:
- ¡Eh chicos, démosle una cariñosa bienvenida al chico nuevo!
Entonces Alberto, salió escopetado hacia la verja gritando:

- ¡Socorro! ¡ Guarda ¡

El guarda seboso, y maloliente apareció ante sus narices y le dijo:

- Eh tú, chico nuevo, ¿qué coño quieres?

- Están intentando abusar de mí - replicó Alberto.
- Ja, ja, ja. Para esto no me molestes, estúpido. –

El guardia se fue extrañado pensando por qué razón habían encerrado a aquella nenaza.
- Ja, ja, ja - rieron los presos.
- Mira esa nena, - dijo uno.
- ¡Vete con tu mamá! - exclamó otro.
- Pero chico, de verdad creías que te íbamos a dar por el culo, lo llevas claro. - dijo el hombretón.
- Has visto demasiadas películas ¿Verdad? - Dijo un tipo bajito y con perilla.
- ¡Nosotros no te daremos por culo si tú no quieres! - Exclamó una voz fortísima y ronca desde la esquina de la celda, en total oscuridad, se veía sólo una gran silueta tanto a lo alto como a lo ancho.
- Tranquilo chaval, yo soy Monchi, y junto con estos vamos a ser tus compañeros de celda - dijo el hombretón (desde ahora, Monchi).
- Yo soy el Caramulo. - dijo la voz ronca, saliendo de entre las sombras un hombre no menos espectacular que Monchi, pero con más grasa que músculo pero no por eso menor fuerza, y le dio una palmada en la espalda dejándole casi sin respiración.
- Yo soy el Chato, el Caramulo es como un hermano para mí. - Y le estrechó la mano el hombre de la perilla.
- Éste es Mudo, y yo soy El Jose. - Dijo un hombrecillo, con una
trencilla, y el pelo cortado a cenicero, a lo bakala, la cosa que más odiaba Alberto, modales toscos y una apariencia de gitanillo evidente. Entonces el Mudo le hizo un gesto ofensivo mostrándole su dedo corazón. Alberto extrañado de tal reacción por parte del Mudo, le ignoró.

- Yo me llamo Alberto, Alberto Guerrero.
- Bueno, ¿por qué estás aquí Alberto? -
- Estoy injustamente, me culparon de posesión de drogas, y lo que es el colmo, de traficar con ellas. -
- Sí, sí, sí, claro, eso decimos todos, ahora cuéntamelo, ¿Cómo te pillaron la mercancía? ¿Cuánta era? -
- ¡Coño! Te he dicho que yo no he hecho nada. Y ahí quedó zanjada la conversación.

Así, fueron pasando sus primeros días en chirona.

>> Parte 4

2 comentarios: