viernes, 6 de febrero de 2009

La dimensión de los deseos (Parte 4)

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Sergio, sin palabras y con expresividad nula en su cara se levantó lentamente y como si de un sonámbulo se tratase, apenas sin mirar al extraño, fue con él a dar ese paseo.
El escenario donde Sergio llevaba horas enfrascado en el videojuego pasó de un oscuro segundo plano a tomar forma, vida y color. Comenzaron a caminar por un extraño lugar, era como una escombrera pero en lugar de basura era todo nuevo y radiante.

Había cientos de videoconsolas, televisores, equipos de música, ipods… todo ello amontonado sin orden ni criterio, pero en perfecto estado y listo para su disfrute. Se apartaron de ese montón de aparatos de ultima generación y comenzaron la andadura por un sendero que a ambos lados tenía lujosas mansiones y en sus puertas cochazos carísimos cuya carrocería deslumbraba. Algunos, incluso, eran descapotables y despampanantes mujeres posaban en ellos ligeras de ropa.
Otra sección tenía percheros con lujosos abrigos de piel, camisas de seda y carísimas corbatas. Cerca de eso también había joyas que brillaban extraordinariamente en unos joyeros enormes.
En otra parte había fresquísimo marisco, jamones de pata negra, montones de caviar y todo tipo de lujosos alimentos. Sergio caminaba boquiabierto y en silencio observando todo junto al extraño acompañante, que le observaba sonriente.

Seguían caminando y parecía que el camino terminaba en un barranco, pero al llegar a él, solamente resultaba tener un cambio de rasante sobre el cual se observaba cómo el sendero continuaba descendiendo una especie de colina, con coloridos variopintos a ambos lados y llegando a un punto donde una densa niebla no dejaba ver más allá.
A Sergio le estaba resultando emocionante recorrerlo pese a su inexpresividad, por lo que continuaba enérgicamente con el afán de descubrir qué podrá contemplar en los próximos metros, dejando atrás a su compañero, que tenía que acelerar el paso en ocasiones para no perder su pista.

Sergio poco a poco iba recobrando el habla.
- Éste… -
- Me llamo Walmos, a mis padres les apasionaban los anagramas. -
- Pero qué dices? Déjalo, mhhh… así, para que yo me entere? Qué leches es todo esto?
- Pues mira, eso que ves ahí es una vitrina llena de medallas olímpicas, y al lado un montón de trofeos y premios de natación, atletismo, fútbol, baloncesto... anda mira!! eso no es un Oscar?
- Ya, ya, eso ya lo veo, pero… todo esto, el camino… nada, déjalo. – Respondió Sergio extrañado del todo.

Walmos sonrió pero no dijo nada más. Continuaron el paseo.

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